miércoles, 13 de abril de 2011

Las lágrimas queman.

Creo que odiar no es sino amar, con un ápice de dolor. Que el sol no ha llegado todavía a lo más alto, y por eso seguimos viendo sombras. Que es como un hombre de traje y corbata que nos mira fuerte, desafiante, orgulloso, firme desde el otro lado de la calle, esperando que nos arrodillemos y dejemos escapar todo lo que llevamos dentro. Sé que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno, que la viga en el propio, y más sencillo enfadarse, que perdonar. Pero soy mudo de sentimiento, una cárcel diminuta. Parar una tormenta es difícil para alguien pequeño. No me mires, no me hables, no me toques, no me pienses, ni me nombres. La bola de nieve crece si la empujas... y, bueno, las lágrimas queman.

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